DIÓCESIS DE SAN ANDRÉS TUXTLA
PARROQUIA DE SAN ANDRÉS APÓSTOL Y
SANTUARIO DEL SANTO CRISTO NEGRO DE OTATITLÁN
SOLEMNIDAD DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
14 de septiembre de 2023
HOMILÍA
+MONS. JOSÉ LUIS CANTO SOSA
Primera Lectura. Del Libro de los Números 21, 4b-9: Si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce, quedaba curado.
Salmo Responsorial. Sal 14,1.2-3.4: R. No olvidemos las hazañas del Señor.
Segunda Lectura. De la Carta de San Pablo a los Filipenses 2, 6-11: Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas.
Aclamación antes del Evangelio. R. Aleluya, aleluya. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo. R. Aleluya, aleluya.
Evangelio. Del Santo Evangelio según San Juan 3, 13-17: El Hijo del hombre tiene que ser levantado.
Queridos hermanos y queridas hermanas:
Hoy 14 de septiembre los cristianos celebramos la Solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz. Hoy es un día para reflexionar sobre la muerte de Cristo en la Cruz, a la que se nos invita a unirnos para resucitar con Él. El origen histórico de esta Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz nos remonta hacia el año 320 cuando la emperatriz Elena de Constantinopla, madre del emperador Constantino, encontró la Vera Cruz, es decir, la Cruz en que murió Jesucristo.
El primer testimonio de una reliquia de la Cruz venerada en Jerusalén nos la transmite San Cirilo de Jerusalén en su primera catequesis mistagógica pronunciada hacia el año 348, donde afirma que “existen muchos testimonios verdaderos de Cristo”, y se remite al “lignum crucis”, es decir, al madero de la cruz, “el cual hasta el día de hoy se puede ver entre nosotros, y en otros lugares, pues muchos peregrinos, movidos por la fe, arrancaron un trozo, llenando con estos fragmentos casi todo el orbe” (10, 19: M. J. Rouét de Journel, Enchiridion Patristicum, Herder, Barcelona, 1962, p. 303). Un poco más tarde, en el mismo siglo IV, la peregrina Egeria se refiere también al hallazgo de la Cruz en el contexto de la dedicación de dos Basílicas constantinianas consagradas en Jerusalén: la Santa Iglesia del Martyrium en el Gólgota y la Santa Iglesia en la Andstasis, en el lugar donde el Señor Jesús resucitó. De estas dos Basílicas se celebra el día de su dedicación porque fue realizada en un día en que la Cruz del Señor fue hallada (A. Arce (ed): Itinerario de la virgen Egeria (381-384), no. 48. BAC, 416, Madrid, 1980, pp. 319 ss).
A inicios del siglo V (415/420) se tienen noticias más precisas sobre la Cruz. El Leccionario Armenio de Jerusalén testimonia que el 14 de septiembre se celebraba la dedicación de la Iglesia del Martyrium, edificada sobre el lugar de la crucifixión, y se mostraba a la veneración de los fieles la reliquia de la santa Cruz. La reliquia se colocaba en un lugar elevado para ser venerada por la multitud. Desde comienzos del siglo VII en Constantinopla se celebraba esta fiesta ligada al rito de la Exaltación de la Cruz. En el año 614, el rey Cosroes II de Persia invadió y conquistó Jerusalén, llevándose como trofeo de guerra la santa reliquia de la Cruz. Pero el emperador Heraclio recuperó la reliquia de la Cruz y el 14 de septiembre del año 628 entró en la Ciudad Santa cargando él mismo la reliquia de la Cruz. Desde entonces, ese día quedó señalado en los calendarios litúrgicos como el de la Exaltación de la Santa Cruz. A mediados de este siglo VII encontramos el mismo rito de exposición de la Cruz en la ciudad de Roma, primero en la Basílica Vaticana. Unos años más tarde el Papa Sergio I (687-701) hizo llevar otro trozo de la Cruz de la Basílica Vaticana a la Basílica de San Juan de Letrán, y “desde entonces”, como dice el Liber Pontificalis, “éste fue besado y venerado por todo el pueblo cristiano el día de la Exaltación de la Santa Cruz”
Hasta el año 1960 en la Liturgia Romana se celebraban dos Fiestas de la Cruz: una el 3 de mayo con el nombre de la Invención o Hallazgo de la Santa Cruz, hecho atribuido por la tradición a Santa Elena, la madre del emperador Constantino, como hemos mencionado al inicio de esta reflexión, y la otra Fiesta el 14 de septiembre conocida como la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. El nombre alude a la elevación de Cristo en la Cruz, de la que Él mismo expresó al fariseo Nicodemo: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado (exaltado) el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna” (Jn 3, 14) y “cuando yo sea elevado (exaltado) sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12, 32). Pero detrás del término “exaltación” está también el antiguo gesto litúrgico, conocido en la tradición oriental y occidental, de colocar en alto la Reliquia de la Cruz para la adoración de los fieles y la posterior bendición con ella.
Dice el Papa Francisco sobre la Cruz: “La Cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal en el mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal y se queda en silencio. En realidad, Dios ha hablado y respondido; y su respuesta es la Cruz de Cristo. Una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y es también Juicio. Dios nos juzga amándonos, Dios nos juzga amándonos: si recibo su amor me salvo, si lo rechazo me condeno. No por Él sino por mí mismo, porque Dios no condena sino que ama y salva. La palabra de la Cruz es la respuesta de los cristianos al mal que sigue actuando en nosotros y alrededor nuestro. Los cristianos tienen que responder al mal con el bien tomando sobre sí mismos la Cruz como Jesús” (30 de marzo de 2013).
El Papa Francisco en relación a la Exaltación de la Santa Cruz expresa:“¡Dios hace este recorrido por amor! No hay otra explicación: sólo el amor hace estas cosas. Hoy miramos la Cruz, historia del hombre e historia de Dios. Miramos esta Cruz, donde se puede probar esa miel de áloe, esa miel amarga, esa dulzura amarga del sacrificio de Jesús. Pero este misterio es tan grande y nosotros solos no podemos ver bien este misterio, no tanto para comprender, sí, comprender, sino sentir profundamente la salvación de este misterio. Ante todo el misterio de la Cruz. Sólo se puede comprender un poquito de rodillas, en la oración, pero también a través de las lágrimas: son las lágrimas las que nos acercan a este misterio” (14 de septiembre de 2013).
El español San Josemaría Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, reflexiona: “Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural (...). En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección” (Via Crucis, II estación, n. 5). “Cada día un poco más —igual que al tallar una piedra o una madera—, hay que ir limando asperezas, quitando defectos de nuestra vida personal, con espíritu de penitencia, con pequeñas mortificaciones, que son de dos tipos: las activas —ésas que buscamos, como florecitas que recogemos a lo largo del día—, y las pasivas, que vienen de fuera y nos cuesta aceptarlas. Luego, Jesucristo va poniendo lo que falta. —¡Qué Crucifijo tan estupendo vas a ser, si respondes con generosidad, con alegría, del todo!” (Forja, 403). Y termina diciendo Escrivá de Balaguer:“Los verdaderos obstáculos que te separan de Cristo —la soberbia, la sensualidad...—, se superan con oración y penitencia. Y rezar y mortificarse es también ocuparse de los demás y olvidarse de sí mismo. Si vives así, verás cómo la mayor parte de los contratiempos que tienes, desaparecen.” (Via Crucis, estación X, n. 4).
Queridos hermanos y queridas hermanas: La Exaltación de la Santa Cruz nos invita a la acción de gracias y a la adoración pues por el madero de la Cruz nos vino la salvación; en ella ha muerto, por nosotros el Hijo de Dios, misterio de salvación que aceptamos por la fe y postrados en humilde adoración. La Cruz es el signo de la victoria del amor y de la gracia, porque en ella Cristo derrotó a los poderes de este mundo, el pecado y la muerte. La Cruz nos identifica como cristianos, porque nos introduce en el destino sacrificial del Maestro. Por la muerte de Cristo en ella, la Cruz, de instrumento de tortura y maldición, ha pasado a ser el símbolo de la redención. La Cruz nos abraza cuando nos signamos a lo largo de la vida, desde el mismo umbral del Bautismo, hasta el momento de cerrarnos los ojos al concluir nuestra peregrinación por este mundo. La Cruz corona nuestros montes como señal que invita a elevar más arriba la mirada; está en los caminos a modo de brújula celeste que nos orienta en las encrucijadas de la vida; preside nuestras iglesias como memoria perpetua de la obra de la redención que en ellas conmemoramos. La Cruz no es un amuleto o un bello adorno para orejas, nariz o cuello; la Cruz es el símbolo más serio, más entrañable, más exigente y comprometedor, porque es el signo de la vida alcanzada al precio de la muerte. A nosotros los cristianos nos corresponde mostrar en todo tiempo y lugar la veneración y estima por este signo santo. Jesús, muriendo en la Cruz, ha vencido la muerte; Dios saca, de la muerte, vida. En nombre de ese amor victorioso de Cristo, los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras.
Queridos hermanos Sacerdotes, Diáconos, Seminaristas, Religiosos y Religiosas y querido pueblo de Dios: Hoy realizamos con alegría la Peregrinación Diocesana Anual a esta Parroquia de San Andrés Apóstol y Santuario del Santo Cristo Negro de Otatitlán. Con motivo de estaPeregrinación Diocesana promulgamos el Decreto para favorecer la continuidad de las Peregrinaciones a este Santuario del Santo Cristo Negro de Otatitlán de manera que no perdamos de vista que somos un pueblo peregrino en camino de esperanza, porque buscamos el rostro del Señor, anhelamos la comunión con Cristo buscando la conversión y, en comunión, buscamos la vida eterna. Que así sea.
Comentarios